lunes, 23 de mayo de 2016

Revelaciones




No lo había pensado nunca… De hecho, no lo había pensado porque había olvidado esa sensación:
La emoción, las mariposas en la tripa y el disfrute que sentía cuando, de pequeña, me rebelaba contra el horario paternal y, colocando una almohada en la rendija bajo la puerta cerrada para que la luz no me delatara, me entregaba a la lectura de algún libro de fantasía que me hacía sentir más viva que nunca a las horas más quietas de la noche…

La reflexión que hace Beatriz Ariza en su artículo publicado en “Código Nuevo” compara esa sensación con la de estar realmente enamorado. En el artículo dice que esa sensación ES el amor…
Y no puede tener más razón.

De unos meses a esta parte he renacido, me he reinventado como una persona completamente diferente. Y es que algo pasó para que decidiera dar un giro de 180º a mi vida:

Me desenamoré de mí misma.

Perdí la pasión por las cosas que siempre me han emocionado. La música me sonaba monótona, los libros ya no me llamaban la atención, ya no tenía ganas de tocar mi guitarra, dejé de salir en busca de las luces del atardecer y de querer capturar la belleza de mi entorno en una fotografía… Dejé de disfrutar de la vida.

Hasta que un día desperté de ese letargo. Corté con muchas personas y costumbres, y decidí empezar a pintar mis días con nuevas emociones que nunca había experimentado. Me rebelé contra la monotonía y me propuse un reto: Todos los días tenía que atreverme a hacer al menos una cosa que no hubiera hecho antes.

En ese momento comenzó mi época de revelaciones. Prácticamente cada semana conocía a alguien nuevo, y pocas veces empezaba las noches de los fines de semana con las mismas personas con las que las acababa. Además, las noches de fin de semana dejaron de ser noches de discoteca y pasaron a ser noches inolvidables en las que, personas que apenas nos conocíamos conversábamos sobre temas interesantes y compartíamos nuestras inquietudes, mientras nos íbamos pasando una guitarra y una botella de vino.

Me rodeé de personas de diferentes culturas, religiones y orígenes y me interesé por todas ellas. Me dejé llevar, probando algunas de sus costumbres y me llené de experiencias realmente enriquecedoras. Ampliar mis horizontes y experimentar el mundo desde un punto de vista más amplio fue la clave que me llevó de nuevo a encontrarme a mí misma.

Aprendí a amar mi tiempo a solas. Parece mentira, pero pocas veces estamos con nosotros mismos… Si no estamos rodeados de gente, nos evadimos leyendo o viendo una película, imaginándonos otros mundos y otras vidas… Pero pocas veces nos paramos a ESTAR con nosotros mismos y SENTIRNOS de verdad. Es disparatado, pero poca gente realmente se conoce. Yo comencé haciendo meditación y a partir de ahí empecé a sentirme cada vez más a gusto estando en silencio, reflexionando. A solas mi mente y yo.  Ahora los paseos a solas son mi gran momento del día y los disfruto tanto como una buena conversación.

Aprendí a amarme de verdad.

Desde entonces todo ha alcanzado un matiz de emoción que nunca había experimentado. Aprecio mucho más los colores de un atardecer, me enamoro de la belleza de lo que sucede a mi alrededor y me encanta poder capturar esa sensación con mi cámara. Mi guitarra se ha convertido en un amante que me permite transformar sentimientos en melodías y me ha llevado a disfrutar la música a otro nivel más profundo. El vino sabe mejor. Los libros me parecen más apasionantes. Incluso he retomado el viejo placer de escribir y desnudarme en palabras. Hasta el sexo lo disfruto más (paradójicamente), desde que he aprendido a amar mi soledad.

Y de repente he reconocido esa emoción, y me he dado cuenta de que es la misma ilusión que se siente cuando empiezas a sentir mariposas por otra persona. Pero esta vez el motivo soy yo misma.

Me he vuelto a enamorar de la vida.

miércoles, 11 de mayo de 2016

The rainwalker

Ayer cogí la cámara y me di un paseo bajo la lluvia. Parece que no, pero los días lluviosos y de apariencia triste pueden tener mucho encanto.

Miles de historias pueden pasar bajo los paraguas y los tejados mojados. Como la de este desconocido.

Quién sabe cuál será su historia... Pero es precioso poder imaginarla a partir de una fotografía.