Siento que nuestras cuerdas vibran al unísono, mezclando sonidos metálicos y humanos, en un remolino de emociones que se convierte en música.
Hoy, tras mucho tiempo, la he desempolvado y ha vuelto a surgir la magia.
No recordaba cómo el reloj deja de anunciar los segundos para hacer tic-tac al ritmo de mi guitarra.
Había olvidado cómo la música acaricia mis dedos al rozar sus cuerdas.
Hoy lo he recordado.